El fantasma que llevamos dentro

¿Conocen a Erik?, ¿Han oído hablar de él?, estoy segura de que muy pocos tuvieron el "agrado" de poder presenciarlo, pero si nombro al épico "Fantasma de la ópera", ¿Lo reconocerían?... Aquel "mounstroso" personaje que habitaba en los sótanos y laberintos húmedos del Ópera París; el cuál era un mito entre los artista de aquel teatro, los que vivían con un temor constante por la apariciones sorpresivas y catastróficas de aquel hombre-fantasma, el que mataba a cada dueño que aparecía por el ópera amanezándolos si no presentaban sus obras.
Ahora pongámonos un poco más "humanos" y miremos quién está detrás de aquella máscara... Un hombre sensible, que se ocultaba del mundo por su mediocridad física, dándose a conocer por la única forma que era valorado, la música; una persona de noble corazón, el que daba todo por su amada Christine o cariñosamente llamada por él "El ángel de la música". No les contaré que sucede con "El fantasma" al final para no arruinar el suspenso a aquellos que no han leido la historia, no han visto la película o la obra.
Pero ¿Por qué hice referencia a este personaje?, sencillo... por que la mayoría de las personas (por no decir todas) se han sentido alguna vez como Erik. Medriocres en su aspecto físico (o de carácter), mientras sufren por un amor que no sufre por ellos, sintiéndose discriminados socialmente por no tener una u otra característica, y teniendo como único medio de escape "el arte" en una o varias de sus expresiones (no vale la pena mencionarlas detalladamente); y del otro lado está el resto de la sociedad, los que hacen oídos sordos a todos aquellos "fantasma" que se ocultan tímidamente detrás de una "máscara" con temor a siempre recibir como respuesta un "No".
Eso está mal en una sociedad que se llama "avanzada", "igualitaria" y tantos sinonimios más que olvidamos al momento de enfrentar a alguien que necesita nuestra ayuda, y no me refiero sólo a la discriminación física, si no a todo tipo de discriminación.
Hay que tener conciencia, todos somos humanos por igual, los que cometemos errores y tenemos nuestros días malos; pero no es necesario refregar cada día, a cada instante lo malo de alguien, por que eso hiere, produce dolor; el decir de vez en cuando las cosas buenas de las personas te hace mejor ser humano, y al decir las malas hay que saber tener tino y mencionarlas de manera de ayuda al otro y no de forma despectiva.
Ahora sólo me queda decir "que esto quede a conciencia de cada uno"...